28 mayo 2012

vacaciones del corazon


Casi siempre lo pienso, y a veces mas que hoy,
lo bueno que seria darle
vacaciones a mi corazón.
Sacármelo un rato,
permitirle que salga y ruede por donde quiera,
o dejarlo bien cuidado
colgadito en la cortina del baño, 
o envolverlo prolijamente en papel film, a la heladera y listo. 
Para dejarme ir, liviano, entre la gente.
Y entonces ir a buscarlo a veces,
invitarlo a que miremos unos arboles, 
comamos mandarinas o juguemos al amor.
Pero no; eso no es posible cuando se tiene un corazón; 
ahí nomas que me lo dejo 
empieza a gritar y patalear como un marrano
(que no se que es, pero deben ser 
una mezcla de ranas y corazones llorones)
o a despedir un olor insoportable. 
Y no hay peor olor, 
que el de un corazón que se pudre.
Entonces tengo que sacarlo y llevarlo conmigo a todos lados, 
soportar que me diga como se siente a cada instante,
que esta triste, que tal cosa le parece una injusticia y que explota de bronca,
que lo emocionan los viejitos 
y lo divierten los niños.
Y lo que es peor aun, tolerar que cada vez que salgamos
se encuentre poemas y me obligue a escribirlos
como ahora…

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