hay una
mujer en la ciudad.
No sé su
nombre, ni como suena su voz.
El azar de
las calles
nos cruza esporádicas
veces.
El
encuentro dura apenas una mirada,
pero ese instante es azul
y derrumba
el orden sucesivo de mis cosas.
No me parece
loco afirmar,
que amo a
esa mujer.
Amo el
momento en que nuestros ojos se funden
y toda la ciudad desaparece,
el adiós inevitable
que le sigue,
el misterio
en que después me ahogo,
el aparente olvido de ella,
que es lo
cotidiano.
Amo la
desesperada esperanza
de que esa mujer coincida
con la que en un sueño
se desvaneció.
Amo esta inmóvil búsqueda
y la
certeza incierta de que
hay una mujer en la ciudad.