A quien corresponda
Hay mañanas en que el mate me sabe gravemente gris. Entonces siento unas dolorosas ganas de gritarle una carta a dios, o a quien corresponda; reclamándole que, desde acá abajo, me parecen increíble las ausencias de un simulador de vida y de una escuela de amar; exigiéndole al menos cuatro certezas y finitas posibilidades; y pidiendo por favor algunas pistas de para donde ir en esta niebla pegajosa que hoy me es la vida.
Esa sensación de andar a ciegas se viene conmigo a la calle llenándome de sombra, hasta que, inesperadamente, ocurre el milagro… de pronto una flor amarilla, la voz de ese niño; o quizás Spinetta, y aquella calle arbolada me despiertan y me traen de vuelta hacia este lado, en donde estas vos, los besos, la luna, los libros, la fe y la hermosísima libertad que siento al saberme perdido.
También entonces siento un impulso a escribir una carta al mismo destinatario, aunque solo quiero que diga:
Gracias por la infinita belleza
Hay mañanas en que el mate me sabe gravemente gris. Entonces siento unas dolorosas ganas de gritarle una carta a dios, o a quien corresponda; reclamándole que, desde acá abajo, me parecen increíble las ausencias de un simulador de vida y de una escuela de amar; exigiéndole al menos cuatro certezas y finitas posibilidades; y pidiendo por favor algunas pistas de para donde ir en esta niebla pegajosa que hoy me es la vida.
Esa sensación de andar a ciegas se viene conmigo a la calle llenándome de sombra, hasta que, inesperadamente, ocurre el milagro… de pronto una flor amarilla, la voz de ese niño; o quizás Spinetta, y aquella calle arbolada me despiertan y me traen de vuelta hacia este lado, en donde estas vos, los besos, la luna, los libros, la fe y la hermosísima libertad que siento al saberme perdido.
También entonces siento un impulso a escribir una carta al mismo destinatario, aunque solo quiero que diga:
Gracias por la infinita belleza
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